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Real de a ocho: la divisa que vinculó la primera economía global

Los territorios descubiertos por España a lo largo del siglo XVI alcanzaron importantes vínculos económicos dada la importancia y garantía adquiridas por una moneda de uso principal en el mundo durante tres siglos. El “real de a ocho”, nombre con el que se denominaba la moneda de plata de ocho reales, acuñada en las cecas del imperio español y heredera, con matices, de la monarquía de los Austrias, fue creada por iniciativa de los Reyes Católicos y llegó a convertirse en la principal divisa en el comercio mundial.


La moneda, una pieza de plata de grandes dimensiones – diámetro superior a cuatro centímetros y peso superior a treinta gramos – reflejaba el mayor valor de las puestas en circulación de la serie iniciada con el “real” y sus múltiplos. Incorporaba, en una cara, el rostro del monarca emisor y, en la otra, su escudo familiar entre las columnas de la leyenda non plus ultra; una tradición perdurable que reflejaba la norma instalada por Carlos I al seguir pautas de su abuelo Maximiliano que consiguió difundir el “theller” austriaco como divisa principal en Europa.


La creación de una ceca en Méjico en la tercera década de dicho siglo y la elevada Ley con la que se acuñaba en la Nueva España facilitó una rápida acreditación de la moneda española, que acabó sustituyendo al theller incluso en Europa, para lograr una convalidación como divisa en circulación más amplia que el propio euro de hoy cuando incorporó a su curso legal la Inglaterra de la reina María durante el reinado de Felipe II. Sin embargo, no fue en Europa donde se consagra el uso frecuente de la divisa española sino en los países del extremo oriente surgidos de la presencia española tras la primera circunnavegación de Magallanes-Elcano.

En efecto, Manila – fundada por los españoles en una de las bahías naturales más protegidas del mundo – se convirtió rápidamente en un centro de operaciones comerciales que relacionaban los flujos con Europa y con los reinos principales de Asía – China y Siam – a través de Cantón y Singapur. Las necesidades financieras de la dinastía Ming en la defensa de sus fronteras del norte, en continuo asedio por invasores mongoles, requería continuos desembolsos a sus ejércitos que se estima en el entorno de las 50 toneladas anuales de plata procedentes, en su mayor parte, de la producción española en Méjico. La plata española y las necesidades chinas consagraron la moneda de ocho reales como la más apreciada para el comercio regional y medio de pago más deseado para los productos chinos con destino a Europa.

Porcelanas, sedas, especias y muebles configuraron el surtido principal demandado en el viejo continente, pagado con la plata de Méjico – en el siglo XVI – y tras la apertura de la ceca de Potosí, creada en virtud de la explotación del Cerro Rico en dicha ciudad, fuente complementaria de toda la plata en circulación durante los siglos XVII y XVIII. La producción monetaria de las cecas americanas en Méjico, Guatemala, Lima y Potosí se especializó en el real de a ocho, y con él a generar un instrumento de solvencia intachable para numerosos comerciantes asiáticos, afectados por las falsificaciones de mercaderes ingleses y holandeses que procuraban introducirse en la zona. La costumbre del “resello”- marca de punzón acreditativa de la calidad de la moneda – se convierte así en una defensa real ante dichas falsificaciones y se generalizó después en numerosos países. Cada gran comerciante oriental se jactaba de un poder de validación justificado por su propia marca lo que proporcionaba seguridad al resto de usuarios de la “divisa”.

Fue precisamente el real de a ocho la pieza más frecuente en esa acreditación. Los comerciantes chinos crearon punzones específicos para identificar las piezas que pasaban por sus manos y merecían acreditación de autenticidad, lo cual derivó en una búsqueda preferencial de las más punzonadas que solían acabar en la hacienda de los emperadores Ming, que las utilizaban para retribuir a sus tropas mercenarias.

Las mercancías procedentes de China y el sudeste asiático eran transportadas por mar a través del Pacifico hasta Méjico y desde La Nueva España a Sevilla por medio de galeones, el primer buque concebido para transporte marítimo de grandes dimensiones. La ruta Manila – Acapulco representa el primer hito de ruta marítima regular con dos viajes (uno en cada sentido) anuales y el Galeón de Manila el primer nombre comercial para un transporte regular que dio origen a la denominación usada para definir el mayor océano del mundo como “El lago español”. Tres siglos contemplaron el curso regular de los navíos en la ruta del Pacífico, hasta que en 1815, a causa de la independencia mejicana, se interrumpió su circulación.

La ruta comercial establecida por el Galeón de Manila permitió no solo la llegada de mercancías orientales a Europa, que de alguna forma iniciaron los navegantes portugueses por la ruta del Indico, sino el suministro a los territorios que hoy configuran los estados del sur en Estados Unidos. La Nueva España incluía una superficie de la nación americana superior a la de las propias colonias inglesas y durante la ocupación francesa de la Luisiana el comercio con Méjico fue muy intenso y soportado sobre la divisa más acreditada: el real de a ocho. El curso habitual de la moneda en los estados del sur tuvo una influencia decisiva en la decisión que establece el dólar como moneda de la Unión en oposición a las de curso legal derivadas de la ocupación inglesa tras la independencia. De hecho, las dos barras verticales que simbolizan junto a una S la moneda americana proceden de las dos columnas simbólicas que enmarcan el escudo real en la española; con peso y pureza de la plata similares.

El crecimiento de la nación en su expansión hacia el oeste y la prosperidad de California que había desarrollado un comercio regional marítimo con México e importantes relaciones con China, sustituyeron los servicios del Galeón de Manila por rutas directas entre Shanghái y San Francisco en las que el uso del real español estaba convalidado respecto al dólar de plata de los Estados Unidos durante el siglo XIX; como, de hecho ocurría en los pagos de suministros por parte de la intendencia de las tropas de George Washington durante la Guerra de Independencia, en la que España tuvo una contribución notable, reconocida por el propio presidente Washington y hoy visible por la presencia de Bernardo de Galvez en la galería de retratos del Congreso de los Estados Unidos.

Durante más de tres siglos una moneda española dio curso legal a las transacciones comerciales en el mundo, adquiriendo el rango virtual de divisa para una economía en curso de globalización. Con ella se sostuvo la sangría de las guerras europeas entre Pavía y Rocroi, el saqueo de los piratas y corsarios ingleses en el Caribe, la economía de los emperadores chinos y la protección del Mediterráneo junto con aliados en Italia. Un recurso esencial para la supervivencia de las finanzas españolas durante siglos.

César Vacchiano

Ingeniero y analista. Ha ocupado posiciones directivas en diversas multinacionales españolas y ha sido profesor en tres escuelas de negocios. Creó en 2012 el modelo de gestión de “Marca España”. Miembro del Consejo del Proyecto 1785 y del Jurado de Autocontrol, es consejero independiente en dos empresas de capital familiar. Recibió la orden del mérito Civil en dos ocasiones y, en 2014, la Cruz de Isabel la Católica.

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